De este tiempo festivo se dice que es "mágico". Desde la página del instituto queremos llenar estos días de momentos mágicos y hoy les regalamos el primero:
¿Qué ocurriría si un día al ir al mercado de entre los puestos de frutas y verduras comenzara a sonar una música embriagadora? Un momento mágico, sin duda, que no podemos perdernos.
A disfrutar toca:
Tomado de la edición digital del diario "Las provincias"
La vida se compone de momentos rutinarios y extraordinarios. Nadie que fuese ayer al Mercado Central de Valencia puede decir que la mañana fue rutinaria. La temperatura, 24 ó 25 grados, ya era poco habitual, y propiciaba que en el entorno del mercado las terrazas estuviesen llenas de gente con la chaqueta bajo un brazo y la cerveza en la mano. Desde la calle Calabazas se escuchaban las excavadoras de Barón de Cárcer, pero al pitido de la maquinaria se sumaba un sonido hermoso. Ópera.
El Palau de les Arts actuó con sigilo. En secreto. Lo de ayer fue una intencionada sorpresa con la que el recinto se apoderó del corazón de la ciudad. Un grupo de cantantes se plantó por tres veces en la explanada del Central, bajo la tremenda luz de la cúpula y las cristaleras restauradas, y a las 10.30, a las 11.30 y a las 13 horas despachó un par de arias de Verdi que dejaron a clientes, turistas y vendedores con la boca abierta y los lagrimales temblando.
Amparo, de Frutas Ros, tenía una visión privilegiada de los artistas, que interpretaron frente a sus naranjas «Parigi, o cara». «Esto está muy bien, anima, y la alegría siempre es buena para una zona de compras», señalaba la frutera, entre barítonos, sopranos, mezzosopranos y tenores. Unos llevaban mandiles de verduleros y otros empujaban carritos de la compra como un cliente más, pero cuando por megafonía se sonaban las arias de 'La Traviata', todos dieron el do de pecho y demostraron su experiencia en el coro de la Generalitat y todo lo aprendido en Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. El equipo estaba compuesto, en realidad, por una treintena de personas entre cantantes, técnicos de sonido y expertos en marketing.
« Ha estado muy bien, es la primera vez que hago algo así y ha sido muy gratificante porque te acerca a la gente y palpas su asombro», comentaba la soprano Paloma Chiner. En los ojos de las decenas de personas congregadas alrededor de los cantantes en cada una de las actuaciones se leía esa emoción. «Nos ha encantado», aseguraba Mari Carmen Pino, junto a su hermana Isabel, copa de cava en la mano alzada al compás del célebre «Libiamo», con el que brindaría hasta un enterrador.
«Me ha gustado mucho. Yo tengo 'La Traviata' en varias versiones y he ido al Palau de les Arts, pero aquí es más emocionante», explicaba Fernando, propietario de un puesto de aves selectas, que silbaba «Libiamo» mientras asestaba mandobles a un pollo.
El director de marketing del Palau, Xabier Colinas, sonreía complacido al ver la alegría de cantantes y clientes. «He visto a gente llorar», decía Colinas, quien indicaba que el objetivo de la actuación era «acercar el Palau a toda la sociedad, hacerles sentir que el recinto es suyo y pueden disfrutarlo». Abonados y aficionados a la ópera ya saben de las bondades del Palau «pero queremos demostrar a la gente que para disfrutar del bel canto no hace falta saber idiomas, ni de ópera, ni tener dinero, sólo hay que tener corazón», aseguraba Colinas mientras atronadores «bravo» despedían la última actuación en una mañana de mercado fuera de lo normal.
¿Qué ocurriría si un día al ir al mercado de entre los puestos de frutas y verduras comenzara a sonar una música embriagadora? Un momento mágico, sin duda, que no podemos perdernos.
A disfrutar toca:
Tomado de la edición digital del diario "Las provincias"
La vida se compone de momentos rutinarios y extraordinarios. Nadie que fuese ayer al Mercado Central de Valencia puede decir que la mañana fue rutinaria. La temperatura, 24 ó 25 grados, ya era poco habitual, y propiciaba que en el entorno del mercado las terrazas estuviesen llenas de gente con la chaqueta bajo un brazo y la cerveza en la mano. Desde la calle Calabazas se escuchaban las excavadoras de Barón de Cárcer, pero al pitido de la maquinaria se sumaba un sonido hermoso. Ópera.
El Palau de les Arts actuó con sigilo. En secreto. Lo de ayer fue una intencionada sorpresa con la que el recinto se apoderó del corazón de la ciudad. Un grupo de cantantes se plantó por tres veces en la explanada del Central, bajo la tremenda luz de la cúpula y las cristaleras restauradas, y a las 10.30, a las 11.30 y a las 13 horas despachó un par de arias de Verdi que dejaron a clientes, turistas y vendedores con la boca abierta y los lagrimales temblando.
Amparo, de Frutas Ros, tenía una visión privilegiada de los artistas, que interpretaron frente a sus naranjas «Parigi, o cara». «Esto está muy bien, anima, y la alegría siempre es buena para una zona de compras», señalaba la frutera, entre barítonos, sopranos, mezzosopranos y tenores. Unos llevaban mandiles de verduleros y otros empujaban carritos de la compra como un cliente más, pero cuando por megafonía se sonaban las arias de 'La Traviata', todos dieron el do de pecho y demostraron su experiencia en el coro de la Generalitat y todo lo aprendido en Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. El equipo estaba compuesto, en realidad, por una treintena de personas entre cantantes, técnicos de sonido y expertos en marketing.
« Ha estado muy bien, es la primera vez que hago algo así y ha sido muy gratificante porque te acerca a la gente y palpas su asombro», comentaba la soprano Paloma Chiner. En los ojos de las decenas de personas congregadas alrededor de los cantantes en cada una de las actuaciones se leía esa emoción. «Nos ha encantado», aseguraba Mari Carmen Pino, junto a su hermana Isabel, copa de cava en la mano alzada al compás del célebre «Libiamo», con el que brindaría hasta un enterrador.
«Me ha gustado mucho. Yo tengo 'La Traviata' en varias versiones y he ido al Palau de les Arts, pero aquí es más emocionante», explicaba Fernando, propietario de un puesto de aves selectas, que silbaba «Libiamo» mientras asestaba mandobles a un pollo.
El director de marketing del Palau, Xabier Colinas, sonreía complacido al ver la alegría de cantantes y clientes. «He visto a gente llorar», decía Colinas, quien indicaba que el objetivo de la actuación era «acercar el Palau a toda la sociedad, hacerles sentir que el recinto es suyo y pueden disfrutarlo». Abonados y aficionados a la ópera ya saben de las bondades del Palau «pero queremos demostrar a la gente que para disfrutar del bel canto no hace falta saber idiomas, ni de ópera, ni tener dinero, sólo hay que tener corazón», aseguraba Colinas mientras atronadores «bravo» despedían la última actuación en una mañana de mercado fuera de lo normal.
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