Nuestro instituto tenía más de treinta años de vida y muchos de sus espacios sobrevivían con dificultad ante el deterioro diario y los esfuerzos por su mantenimiento no conseguían avanzar al mismo ritmo. Llegamos así al círculo vicioso de “a más deterioro, más desidia” y no sentíamos el centro como un lugar que favoreciera el aprendizaje de las diversas áreas de nuestro conocimiento tanto intelectual como afectivo.
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El proyecto POR UN CENTRO GUAPO pretendía y pretende trabajar por la sensibilización y concienciación en el respeto a nuestro entorno más inmediato: el instituto. En él convivimos una buena parte de nuestro tiempo alumnos y profesores y forma parte de nuestras relaciones interpersonales, influyendo en nuestro convivir y, por lo tanto, en nuestro aprendizaje como personas. El ambiente de las aulas y de otros espacios que compartimos como pasillos, jardines y zonas deportivas es también un reflejo de cómo somos y cómo nos relacionamos.
En sus comienzos, el proyecto cuenta con una aportación económica de
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